Qué Creemos
Introducción
En un mundo lleno de incertidumbre y voces contradictorias, es esencial que la Iglesia de Jesucristo permanezca firme sobre una base sólida y clara: la Palabra de Dios. La Declaración Doctrinal de la Iglesia Evangélica Palabra Fiel tiene como propósito delinear las convicciones fundamentales que guían nuestra fe, práctica y misión. Estas verdades no provienen de la sabiduría humana, sino de Las Escrituras, que son inspiradas por Dios y útiles para enseñar, redargüir, corregir y entrenar en justicia (2 Timoteo 3:16-17).
Por tanto, esto no es solo un ejercicio intelectual; es una expresión de adoración. Al articular lo que creemos acerca de Dios, Su carácter, Su plan de redención y Su propósito para la Iglesia, buscamos glorificarle y proclamar Su grandeza (Salmo 145:4-5). Estas lineas no solo guía nuestra enseñanza y práctica, sino que también sirve como un testimonio público de nuestra fe, mostrando al mundo quién es nuestro Dios y qué significa seguir a Cristo.
En consecuencia, nuestra declaración doctrinal no busca ser un mero documento institucional, sino un reflejo de nuestra pasión por Cristo y nuestro compromiso con Su gloria. Al estudiar y abrazar estas verdades, esperamos que cada creyente sea animado a amar más profundamente al Señor, a servirle con fidelidad y a compartir Su evangelio con valentía (1 Pedro 3:15).
Que esta declaración sea una luz en nuestra misión y un recordatorio constante de que la Iglesia es “columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15).
Las Santas Escrituras
En la Iglesia Evangélica Palabra Fiel, afirmamos y enseñamos que la Biblia es la revelación escrita de Dios al hombre, entregada a través de los sesenta y seis libros del Antiguo y Nuevo Testamento. Estos libros fueron dados por inspiración del Espíritu Santo y constituyen la Palabra de Dios plenaria, es decir, inspirada en todas sus partes por igual y en su totalidad (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20-21). La Biblia es el medio mediante el cual Dios ha elegido revelarse de manera clara, suficiente y accesible a la humanidad.
Creemos que la Palabra de Dios es objetiva y proposicional, expresando verdades divinas en palabras humanas comprensibles. Esta revelación es verbalmente inspirada, lo que significa que cada palabra en los documentos originales fue exhalada por Dios, siendo totalmente infalible y absolutamente inerrante en todo lo que enseña (1 Tesalonicenses 2:13; Mateo 5:18; Juan 17:17). Por lo tanto, las Escrituras son perfectas y fiables, no solo en cuestiones espirituales, sino también en todo lo que afirman, incluyendo aspectos históricos y científicos (Salmo 19:7-9).
Enseñamos que la interpretación correcta de la Biblia sigue el método literal, histórico y gramatical. Esto significa que buscamos comprender el texto según su significado original, considerando el contexto histórico, la gramática y el propósito del autor. Este enfoque nos lleva a afirmar, entre otras verdades, que los primeros capítulos de Génesis narran una creación literal en seis días, según lo declara claramente la Escritura (Génesis 1:31; Éxodo 31:17).
La Biblia es el estándar infalible de fe y práctica para el creyente, el único fundamento seguro sobre el cual construir nuestras vidas y ministerios (Mateo 24:35; 2 Timoteo 3:16-17; Hebreos 4:12). No es un texto sujeto al juicio humano; más bien, la verdad de las Escrituras es a que juzga las intenciones y acciones de los hombres (Hebreos 4:12).
Afirmamos que Dios exhaló Su Palabra escrita mediante un proceso único de inspiración. Aunque los autores humanos escribieron según sus personalidades, estilos y circunstancias, el Espíritu Santo los guió de tal manera que lo que escribieron fue exactamente lo que Dios quiso comunicar, sin error alguno, ya sea en el todo o en las partes (2 Pedro 1:21; 2 Timoteo 3:16). Este milagroso proceso asegura que la Biblia es completamente divina en su origen y totalmente confiable en su contenido.
Reconocemos que, aunque un pasaje de las Escrituras puede tener múltiples aplicaciones, solo tiene una interpretación verdadera, la cual se encuentra al aplicar diligentemente el método literal, histórico y gramatical bajo la iluminación del Espíritu Santo (Juan 16:13; 1 Corintios 2:12-13). El creyente tiene la responsabilidad de estudiar las Escrituras con reverencia y cuidado, buscando la intención original del texto y aplicándolo de manera fiel a su vida (2 Timoteo 2:15).
Finalmente, enseñamos que la Palabra de Dios no está sujeta a revisión, re-interpretación o juicio humano. Es la verdad eterna y el instrumento a través del cual Dios transforma los corazones, edifica a Su Iglesia y revela Su gloria (Isaías 40:8; Juan 10:35; Salmo 119:89). Como iglesia, comprometemos nuestras vidas, enseñanza y ministerios a permanecer firmes sobre esta roca inamovible, proclamando con convicción que “la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios” (Romanos 10:17).
En resumen, la Biblia no es solo un libro, sino la voz viva de Dios para la humanidad, suficiente para salvar, enseñar, corregir y guiar en toda buena obra, para la gloria de Su nombre (2 Timoteo 3:16-17).
Dios
En la Iglesia Evangélica Palabra Fiel, afirmamos con convicción que no hay más que un Dios vivo y verdadero, un Espíritu infinito, eterno y perfecto en todos Sus atributos (Deuteronomio 6:4; Isaías 45:5-7; 1 Corintios 8:4). Este Dios único existe en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, quienes comparten la misma esencia divina y merecen adoración y obediencia por igual (Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14).
1. Dios el Padre
Enseñamos que Dios el Padre es la primera persona de la Trinidad, quien ordena y dispone todas las cosas de acuerdo con Su propósito eterno y Su gracia soberana (Salmo 145:8- 9; Efesios 1:11). Él es el Creador de todas las cosas, quien trajo al universo a la existencia por el poder de Su Palabra (Génesis 1:1; Efesios 3:9).
Dios el Padre gobierna soberanamente sobre Su creación, sustentando y dirigiendo todas las cosas según Su voluntad perfecta (Salmo 103:19; 1 Crónicas 29:11). Aunque Él es Padre de toda la humanidad en cuanto a la creación (Efesios 4:6), Su paternidad espiritual está reservada para aquellos que, mediante la fe en Jesucristo, son adoptados como Sus hijos (Romanos 8:14-15; Juan 1:12).
En Su gracia eterna, Dios escogió, antes de la fundación del mundo, a aquellos que serían Su pueblo, para Su gloria y según el propósito de Su voluntad (Efesios 1:4-6). Él no es el autor del pecado ni lo aprueba, pero utiliza todas las cosas, incluso el mal, para cumplir Sus planes redentores (Habacuc 1:13; 1 Pedro 1:17). Como Padre, cuida, corrige y disciplina a Sus hijos para conformarlos a la imagen de Su Hijo (Hebreos 12:5-9).
2. Dios el Hijo
Enseñamos que Jesucristo, la segunda persona de la Trinidad, es plenamente Dios, coeterno y consustancial con el Padre, compartiendo todos los atributos divinos (Juan 10:30; Colosenses 2:9). A través de Él, todas las cosas fueron creadas, y por Él todas las cosas subsisten (Juan 1:3; Colosenses 1:16-17).
En la encarnación, Jesucristo asumió una naturaleza humana verdadera sin dejar de ser completamente Dios. Él se hizo hombre, naciendo de la virgen María, para revelar a Dios al mundo, redimir a los pecadores y gobernar sobre Su reino eterno (Mateo 1:23; Filipenses 2:5-8). Su vida sin pecado, Su muerte sacrificial en la cruz y Su resurrección gloriosa son el centro de nuestra fe (1 Corintios 15:3-4; Hebreos 7:25-26).
Cristo murió voluntariamente en nuestro lugar, llevando el castigo por nuestros pecados, y Su sacrificio fue propiciatorio y suficiente para nuestra redención (Juan 10:15; 1 Pedro 2:24). Por Su resurrección, Él aseguró la victoria sobre el pecado y la muerte, y garantiza la resurrección futura de todos los creyentes (1 Corintios 15:20-23; Romanos 4:25).
Actualmente, Jesucristo está exaltado a la diestra del Padre, intercediendo como nuestro Abogado y Sumo Sacerdote (Romanos 8:34; Hebreos 7:25). Regresará en gloria para establecer Su reino milenial y juzgar al mundo con justicia (Hechos 1:11; Apocalipsis 20:1-6).
3. Dios el Espíritu Santo
Enseñamos que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, plenamente Dios, compartiendo la misma esencia y atributos divinos que el Padre y el Hijo (Mateo 28:19;
Hechos 5:3-4). Él es un ser personal, que posee intelecto, emociones y voluntad (1 Corintios 2:10-13; Efesios 4:30).
El Espíritu Santo estuvo activo en la creación (Génesis 1:2), en la encarnación de Cristo (Mateo 1:18) y en la inspiración de las Escrituras (2 Pedro 1:20-21). En el día de Pentecostés, descendió para dar inicio a la Iglesia, edificándola y guiándola hacia toda la verdad (Hechos 2:1-4; Juan 16:13).
El Espíritu Santo es quien convence al mundo de pecado, justicia y juicio, glorifica a Cristo y transforma a los creyentes a Su imagen (Juan 16:7-14; 2 Corintios 3:18). Él mora en todos los creyentes desde el momento de la salvación, capacitándolos para vivir una vida de obediencia y santidad (Romanos 8:9; Efesios 5:18).
Además, el Espíritu Santo otorga dones espirituales a los creyentes para la edificación de la Iglesia y la proclamación del evangelio. Aunque Su obra es milagrosa, no busca glorificarse a sí mismo, sino a Cristo (1 Corintios 12:4-11; Juan 16:14).
Conclusión
Creemos y enseñamos que Dios es glorioso y majestuoso, perfecto en Su unidad y en la diversidad de las tres personas de la Trinidad. Como Iglesia, adoramos, servimos y proclamamos a este Dios único, quien es el centro de nuestra fe y la fuente de nuestra esperanza eterna (Salmo 145:3; Romanos 11:36). ¡A Él sea la gloria por siempre!
El Hombre
En la Iglesia Evangélica Palabra Fiel, afirmamos y que el hombre fue creado directa e inmediatamente por Dios, hecho a Su imagen y semejanza (Génesis 1:26-27; Santiago 3:9). Como portador de la imagen de Dios, el hombre fue diseñado con una naturaleza racional, con inteligencia, voluntad, responsabilidad moral y la capacidad de tomar decisiones (Génesis 2:7,15-25). Esta distinción única lo separa del resto de la creación y lo coloca en una relación especial con su Creador.
1.- El Propósito del Hombre
Enseñamos que el propósito principal de la creación del hombre fue glorificar a Dios, disfrutar de comunión con Él y vivir en obediencia a Su voluntad, reflejando así Su gloria en el mundo (Isaías 43:7; Colosenses 1:16). Dios creó al hombre para que viviera en armonía con Su diseño perfecto, cumpliendo Su propósito en la tierra, y experimentando gozo en una relación íntima con Él (Apocalipsis 4:11).
2.- La Caída del Hombre
Enseñamos que el hombre fue creado originalmente sin pecado, pero que, mediante la desobediencia de Adán, toda la humanidad cayó en pecado (Génesis 2:16-17; 3:1-19). Este acto de rebeldía contra la voluntad revelada de Dios trajo consecuencias devastadoras: el hombre perdió su inocencia, incurrió en la pena de muerte espiritual y física, se convirtió en objeto de la justa ira de Dios, y adquirió una naturaleza inherentemente corrupta y totalmente incapaz de hacer lo que es aceptable a Dios (Romanos 3:23; 6:23; Efesios 2:1-3). Sin la intervención de la gracia divina, el hombre está perdido, incapaz de salvarse a sí mismo (1 Corintios 2:14).
3.- La Naturaleza Pecaminosa del Hombre
Enseñamos que, debido a que todos los hombres de todas las épocas estaban en Adán como su representante, todos heredaron una naturaleza pecaminosa. Esta naturaleza caída se manifiesta en pensamientos, palabras y acciones, confirmando que todos son pecadores tanto por naturaleza como por decisión personal (Salmo 14:1-3; Jeremías 17:9; Romanos 3:9-18,23). Jesucristo es la única excepción, ya que fue concebido por el Espíritu Santo y vivió una vida perfecta, sin pecado (Hebreos 4:15; 1 Pedro 2:22).
4.- La Incapacidad del Hombre y la Necesidad de Salvación
Enseñamos que el hombre, en su estado caído, es completamente incapaz de restaurarse a una relación correcta con Dios por sus propios méritos o esfuerzos. Sin la intervención divina, el hombre no puede ni quiere buscar a Dios (Romanos 3:10-12). Solo por la gracia de Dios, por medio de la obra redentora de Jesucristo, es posible la salvación del hombre (Efesios 2:8-9). Cristo murió como sustituto, pagando la deuda del pecado y proveyendo un camino para que el hombre sea reconciliado con Dios (1 Pedro 2:24; 1 Timoteo 2:5-6).
Conclusión
Creemos que el hombre, aunque creado para glorificar a Dios, cayó en pecado y quedó separado de Su Creador. Solo mediante la obra de Jesucristo, quien nos ofrece salvación y restauración por gracia a través de la fe, puede ser sanada esta separación (Romanos 5:8-12). Como Iglesia, proclamamos esta verdad con la esperanza de que todos respondan al evangelio y vivan para cumplir el propósito eterno de Dios.
La Salvación
En la Iglesia Evangélica Palabra Fiel, afirmamos que la salvación es completamente obra de Dios, otorgada por gracia, sin mérito humano, y basada únicamente en la redención lograda por Jesucristo mediante Su sacrificio en la cruz. No es resultado de obras o esfuerzos humanos, sino un regalo inmerecido que se recibe por fe (Efesios 2:8-10; Juan 1:12; 1 Pedro 1:18-19).
1.- Regeneración
Enseñamos que la regeneración es una obra sobrenatural del Espíritu Santo, mediante la cual el pecador recibe nueva vida y una nueva naturaleza en Cristo. Es un acto instantáneo y transformador, realizado exclusivamente por el poder del Espíritu Santo a través de la Palabra de Dios (Juan 3:3-7; Tito 3:5). Cuando el pecador, capacitado por el Espíritu, responde en arrepentimiento y fe, Dios lo regenera y lo transforma, haciéndolo una nueva criatura (2 Corintios 5:17).
La regeneración se evidencia en frutos dignos de arrepentimiento: una vida caracterizada por buenas obras, actitudes renovadas y conducta justa (Efesios 2:10; 1 Corintios6:19-20). Esta transformación es un proceso continuo en el que el creyente, al someterse al Espíritu Santo y obedecer la Palabra de Dios, es conformado progresivamente a la imagen de Cristo (2 Corintios 3:18; Filipenses 2:12-13).
2.- Elección
Enseñamos que la elección es un acto soberano de Dios, mediante el cual, antes de la fundación del mundo, Él escogió en Cristo a aquellos a quienes salvaría, santificaría y glorificaría (Efesios 1:4-11; Romanos 8:28-30). Esta elección no depende de méritos, acciones o decisiones humanas, sino que se basa únicamente en la gracia y el propósito eterno de Dios (Tito 3:4-7; 1 Pedro 1:1-2).
Aunque la elección es obra de Dios, no niega la responsabilidad del hombre de arrepentirse y creer en el evangelio (Juan 3:18-19; Romanos 10:9-10). La soberanía de Dios en la salvación actúa en perfecta armonía con Su justicia, gracia y amor, asegurando que aquellos que Él llama vengan a la fe y sean recibidos por Él (Juan 6:37-40; Hechos 13:48).
3.- Justificación
Enseñamos que la justificación es un acto legal de Dios por el cual declara justos a los pecadores que, por fe, se arrepienten y confían en Jesucristo como su Señor y Salvador (Romanos 3:26; Romanos 5:1). En este acto, Dios imputa los pecados del creyente a Cristo y la justicia de Cristo al creyente, otorgándole una posición perfecta delante de Él (2 Corintios 5:21; 1 Corintios 1:30). Esta justicia no se basa en obras humanas, sino en el sacrificio expiatorio y perfecto de Cristo (Romanos 3:20; Colosenses 2:14).
4.- Santificación
Enseñamos que la santificación tiene dos aspectos principales:
- Santificación Posicional: En el momento de la salvación, el creyente es apartado para Dios y declarado santo, una posición asegurada por la obra redentora de Cristo (Hebreos10:10; 1 Corintios 6:11). Esta santificación es un acto definitivo e instantáneo.
- Santificación Progresiva: A lo largo de su vida, el creyente es transformado cada vez más a la imagen de Cristo mediante la obra del Espíritu Santo, quien le capacita para vivir en obediencia a la Palabra de Dios (Juan 17:17; Romanos 6:19; 2 Corintios 3:18). Esta santificación es un proceso continuo que culminará en la glorificación del creyente cuando Cristo regrese (1 Juan 3:2; Romanos 8:17).
El creyente enfrenta un conflicto constante entre su nueva naturaleza en Cristo y su carne, pero el Espíritu Santo provee los recursos necesarios para la victoria sobre el pecado (Gálatas 5:16-25; Romanos 7:18-25). Aunque no es posible erradicar completamente el pecado en esta vida, el creyente puede experimentar crecimiento en santidad al vivir en sumisión al Espíritu Santo.
5.- Seguridad del Creyente
Enseñamos que todos los que han sido regenerados por Dios están seguros en Cristo para siempre. La salvación no depende del esfuerzo humano, sino del poder soberano de Dios, quien guarda a los suyos con fidelidad (Juan 6:37-40; Romanos 8:31-39; 1 Pedro 1:5). Los creyentes pueden regocijarse en la certeza de su salvación, confiando en la promesa de Dios y en el testimonio de Su Palabra (1 Juan 5:11-13).
Sin embargo, esta seguridad no debe usarse como licencia para el pecado. Los verdaderos creyentes vivirán vidas que reflejan la gracia de Dios, buscando la santidad y apartándose del pecado (Romanos 6:1-2; Tito 2:11-14).
6.- Separación
Enseñamos que el creyente está llamado a vivir una vida separada del pecado, del sistema mundano y de la apostasía religiosa. Esta separación no es una mera abstinencia externa, sino una consagración activa a Dios, buscando reflejar Su santidad en todas las áreas de la vida (2 Corintios 6:14-7:1; Romanos 12:1-2).
Como respuesta de gratitud por la gracia inmerecida de Dios, el creyente debe vivir de manera que honre a Cristo y demuestre el carácter transformador del evangelio (1 Pedro 1:14-16; Mateo 5:13-16). Este llamado a la santidad es tanto un privilegio como una responsabilidad de todos los que han sido salvados.
Conclusión
Creemos y enseñamos que la salvación es una obra gloriosa de Dios, desde la elección soberana hasta la glorificación final. Es un regalo inmerecido, alcanzado por Cristo, aplicado por el Espíritu Santo y asegurado por el Padre. Nuestra misión como iglesia es proclamar este mensaje de salvación con fidelidad, invitando a todos a arrepentirse, creer en Cristo y vivir para Su gloria (Hechos 4:12; Romanos 10:9-13). ¡A Él sea toda la alabanza!
La Iglesia
En la Iglesia Evangélica Palabra Fiel, afirmamos que la iglesia es el cuerpo espiritual de Cristo, compuesto por todos los creyentes que han nacido de nuevo mediante la fe en Jesucristo (1 Corintios 12:12-13; Efesios 1:22-23). La iglesia es una institución única, diseñada por Dios para glorificar Su nombre (Efesios 3:21; 1 Pedro 2:9), edificar a los santos en la fe (Efesios 4:12-13; Colosenses 1:28) y proclamar el evangelio al mundo (Mateo 28:19-20; Hechos 1:8).
1.- La Naturaleza de la Iglesia
Enseñamos que todos los que confían en Jesucristo son, en el momento de su salvación, colocados por el Espíritu Santo en un cuerpo espiritual unido, conocido como la iglesia (1 Corintios 12:12-13). Este cuerpo es descrito en las Escrituras como la novia de Cristo, de quien Él es la cabeza (Efesios 5:23-32; Colosenses 1:18; Apocalipsis 19:7-8). La formación de la iglesia comenzó en el día de Pentecostés y continuará hasta que Cristo regrese por los suyos en el rapto (Hechos 2:1-21; 1 Tesalonicenses 4:13-18).
La iglesia es distinta de Israel, ya que es un misterio que no fue revelado plenamente hasta la era del Nuevo Testamento (Efesios 3:1-6). Está compuesta por todos los creyentes de todas las naciones, unidos en Cristo como un solo pueblo de Dios (Efesios 2:11-22).
2.- La Autoridad y el Liderazgo de la Iglesia
Enseñamos que Cristo es la autoridad suprema de la iglesia, y que todo liderazgo, dones, orden y disciplina dentro de ella son determinados por Su soberanía, tal como se revela en las Escrituras (Efesios 1:22; Colosenses 1:18). Los líderes bíblicamente designados en la iglesia son los ancianos (también llamados obispos, pastores y pastores-maestros) y los diáconos. Estos líderes deben cumplir con los requisitos establecidos en las Escrituras y servir como siervos de Cristo, guiando a la iglesia con humildad y fidelidad (1 Timoteo 3:1-13; Tito 1:5-9; 1 Pedro 5:1-5).
La congregación, a su vez, está llamada a someterse al liderazgo bíblico, reconociendo su responsabilidad de guiar según la Palabra de Dios (Hebreos 13:7, 17). Este modelo de liderazgo asegura el orden y la edificación dentro del cuerpo de Cristo.
3.- La Misión de la Iglesia
Enseñamos que la iglesia existe para glorificar a Dios (Efesios 3:21) mediante:
- Edificación de los creyentes: La iglesia está llamada a discipular e instruir a sus miembros en la Palabra de Dios, fortaleciendo su fe y preparándolos para el ministerio (Efesios 4:13-16; 2 Timoteo 3:16-17).
- Comunión entre los creyentes: La iglesia es una comunidad donde los cristianos comparten una relación genuina y mutua, animándose y apoyándose unos a otros (Hechos 2:42; 1 Juan 1:3).
- Administración de las ordenanzas: La iglesia ha recibido la responsabilidad de observar las dos ordenanzas: el bautismo y la Cena del Señor. El bautismo es un testimonio público de la fe del creyente y su unión con Cristo (Romanos 6:1-11; Hechos 2:41-42), mientras que la Cena del Señor conmemora la muerte de Cristo y anticipa Su retorno (1 Corintios 11:23-26).
- Evangelización del mundo: La iglesia tiene el mandato de proclamar el evangelio, haciendo discípulos de todas las naciones, bautizándolos y enseñándoles a obedecer los mandamientos de Cristo (Mateo 28:19-20; Hechos 1:8).
4.- La Importancia de la Iglesia Local
La iglesia local es la expresión visible del cuerpo de Cristo, donde los creyentes se reúnen regularmente para adorar a Dios, estudiar Su Palabra y animarse mutuamente en la fe (Hebreos 10:24-25). Enseñamos que cada creyente debe comprometerse activamente con una iglesia local, sometiéndose a su liderazgo, participando en sus ministerios y contribuyendo al crecimiento espiritual de la comunidad (Efesios 4:11-16).
La iglesia local no solo es un lugar de enseñanza y adoración, sino también de servicio mutuo, donde los miembros se cuidan, se exhortan y se edifican unos a otros en amor (Gálatas 6:2; Colosenses 3:16). Este compromiso fortalece el testimonio del evangelio en el mundo y permite a los creyentes experimentar la comunión diseñada por Dios.
5.- La Unidad y la Cooperación entre Iglesias
Enseñamos la autonomía de la iglesia local, que tiene el derecho de gobernarse a sí misma bajo la autoridad de Cristo, sin interferencias externas de jerarquías u organizaciones (Tito 1:5). Sin embargo, también afirmamos que las iglesias locales deben cooperar unas con otras en la propagación del evangelio y el cumplimiento de su misión, guiadas por los principios bíblicos y la dirección de sus líderes (Hechos 15:19-31; 1 Pedro 5:1-4).
6.- Los Dones Espirituales y el Servicio
Enseñamos que Dios da a la iglesia dones espirituales para la edificación del cuerpo de Cristo. Estos dones incluyen líderes espirituales que equipan a los creyentes para el ministerio (Efesios 4:7-12) y habilidades únicas dadas a cada miembro para el servicio mutuo (Romanos 12:5-8; 1 Corintios 12:4-31).
Los dones milagrosos, como las lenguas y la sanidad, tuvieron un propósito temporal en la era apostólica para autenticar el mensaje del evangelio (Hebreos 2:3-4; 1 Corintios 13:8-12). Hoy, los dones espirituales en operación son aquellos destinados a la edificación y el ministerio dentro de la iglesia.
Aunque nadie posee el don de sanidad en la actualidad, creemos que Dios responde soberanamente a las oraciones de fe y actúa según Su voluntad en la vida de los enfermos y afligidos (Santiago 5:13-16; 1 Juan 5:14-15).
Además, enseñamos que los dones espirituales no solo benefician a la iglesia local, sino que también son instrumentos para alcanzar a otros con el evangelio y demostrar el amor de Cristo en el mundo. Los dones deben ser utilizados con humildad y propósito, priorizando la edificación del cuerpo de Cristo y el servicio a los necesitados (1 Pedro 4:10-11).
La diversidad de dones refleja la sabiduría de Dios, y cada creyente debe buscar descubrir, desarrollar y usar sus dones bajo la dirección del Espíritu Santo. Esto asegura que la iglesia sea un cuerpo funcional y activo que proclame el evangelio con poder y eficacia (1 Corintios 12:4-7).
7.- La Esperanza de la Iglesia
Enseñamos que la iglesia espera el regreso de su Señor, Jesucristo, quien vendrá a buscar a Su novia en el rapto y establecerá Su reino eterno (1 Tesalonicenses 4:13-18; Apocalipsis 19:7-8). Mientras espera Su venida, la iglesia tiene la responsabilidad de vivir en santidad, cumpliendo su misión y anticipando con gozo el día en que estará con Cristo para siempre (1 Juan 3:2-3).
Conclusión
La iglesia es el cuerpo de Cristo, llamada a glorificar a Dios en todas las áreas de la vida, a edificar a los creyentes y a extender el evangelio al mundo. En la Iglesia Evangélica Palabra Fiel, nos comprometemos a cumplir con este alto llamado, dependiendo de la guía de la Palabra de Dios y la obra del Espíritu Santo, mientras proclamamos a Cristo como la cabeza de la iglesia y el Señor de todo (Colosenses 1:18; Efesios 3:21). ¡A Él sea toda la gloria!
Los Ángeles
En la Iglesia Evangélica Palabra Fiel, afirmamos que los ángeles son seres espirituales creados por Dios para cumplir Su propósito en el cielo y en la tierra. A lo largo de las Escrituras, vemos a los ángeles desempeñando un papel activo en la adoración a Dios y en Su obra entre los hombres (Salmo 103:20-21; Hebreos 1:14). Aunque son superiores al hombre en poder y rango (2 Pedro 2:11), están subordinados al Creador y dedicados a Su gloria y servicio (Colosenses 1:16).
El estudio de los ángeles nos revela tanto el poder y la santidad de Dios como la realidad del conflicto espiritual que existe en el mundo. Los ángeles santos reflejan la fidelidad de Dios en el cumplimiento de Sus propósitos, mientras que los ángeles caídos, liderados por Satanás, representan la rebelión y oposición contra Su reino (Efesios 6:12).
Aunque los ángeles son mencionados en muchas ocasiones en la Biblia, las Escrituras nos dejan claro que su propósito principal es servir a Dios y a los que serán herederos de la salvación (Hebreos 1:14). Esta verdad nos recuerda que Dios gobierna soberanamente sobre todas las cosas, incluso sobre los seres espirituales, y que Su plan redentor no puede ser frustrado (Job 1:6-12; Romanos 8:38-39).
A continuación, exploraremos lo que las Escrituras enseñan sobre los ángeles santos, su naturaleza y función, así como sobre los ángeles caídos, su rebelión y su destino final.
1.- Ángeles Santos
Afirmamos que los ángeles son seres creados por Dios, con una naturaleza espiritual y superior al hombre en poder y rango. Aunque son un orden más alto de creación, los ángeles no deben ser adorados, ya que su propósito es servir y adorar a Dios (Colosenses 2:18; Apocalipsis 19:10; 22:9).
Los ángeles santos son ministradores enviados por Dios para asistir a los creyentes y cumplir Sus propósitos divinos (Hebreos 1:14; Salmo 91:11). También desempeñan un papel activo en la adoración celestial, glorificando a Dios y proclamando Su grandeza (Lucas 2:13-14; Apocalipsis 5:11-12). Su fidelidad al Creador resalta su naturaleza como siervos obedientes, dedicados a cumplir Su voluntad (Hebreos 1:6-7).
2.- Ángeles Caídos
Enseñamos que Satanás, conocido también como el diablo, es un ángel creado por Dios con gran poder y belleza, pero que se rebeló contra Su Creador, liderando una revuelta que involucró a una parte de los ángeles (Isaías 14:12-15; Ezequiel 28:12-17; Apocalipsis 12:3-4). Por esta rebelión, Satanás y los ángeles que lo siguieron, ahora conocidos como demonios, fueron expulsados de su posición celestial y reservados para el juicio eterno (2 Pedro 2:4; Judas 1:6).
Satanás es el enemigo declarado de Dios y del hombre, buscando activamente destruir la obra de Dios y oponerse al evangelio (1 Pedro 5:8; Apocalipsis 12:9-10). Fue el instrumento que introdujo el pecado en el mundo al tentar a Eva en el jardín del Edén (Génesis 3:1-15; 2 Corintios 11:3). Sin embargo, Satanás fue derrotado a través de la obra redentora de Jesucristo en la cruz y está bajo el control soberano de Dios (Hebreos 2:14-15; Romanos 16:20).
Enseñamos que, aunque Satanás sigue siendo activo como el príncipe de este mundo, su destino final ya está sellado: será juzgado y castigado eternamente en el lago de fuego junto con sus ángeles caídos (Mateo 25:41; Apocalipsis 20:10).
Conclusión
Creemos y enseñamos que los ángeles, tanto santos como caídos, desempeñan un papel significativo en el plan de Dios. Los ángeles santos son siervos fieles que glorifican a Dios y ministran a los creyentes, mientras que Satanás y los demonios representan la oposición activa contra el reino de Dios. A pesar de la actividad de los ángeles caídos, confiamos en la soberanía de Dios, quien ya ha asegurado la victoria definitiva en Cristo (1 Juan 4:4; Apocalipsis 12:11).
Las Últimas Cosas (Escatología)
En la Iglesia Evangélica Palabra Fiel, afirmamos que las Escrituras revelan claramente el propósito soberano de Dios para el futuro de la humanidad y el universo. La doctrina de las últimas cosas, conocida como escatología, nos proporciona esperanza y seguridad, recordándonos que Dios es fiel para cumplir todas Sus promesas y establecer Su reino eterno (Isaías 46:9-10; Apocalipsis 21:1-5).
Las últimas cosas abarcan eventos trascendentales como la muerte, la resurrección, el rapto de la iglesia, la tribulación, la segunda venida de Cristo, el reino milenial, el juicio final y la eternidad. Estas verdades nos animan a vivir en santidad y perseverancia, esperando con gozo la gloriosa aparición de nuestro Señor Jesucristo (Tito 2:13; 2 Pedro 3:11-13).
Dios ha revelado el final de los tiempos para que Su pueblo viva con confianza, sabiendo que Él es soberano sobre toda la creación y que Su plan redentor culminará en la victoria definitiva de Su reino (Daniel 7:13-14; Apocalipsis 22:3-5). A continuación, presentamos lo que creemos y enseñamos sobre cada aspecto de las últimas cosas, basado en las Escrituras.
1.- Muerte
Enseñamos que la muerte física es una separación entre el alma y el cuerpo. Para los redimidos, el alma pasa inmediatamente a la presencia de Cristo, donde goza de comunión con Él mientras espera la resurrección del cuerpo en el rapto (Lucas 23:43; Filipenses 1:23; 2 Corintios 5:8). Los no redimidos, por otro lado, son retenidos en un estado de tormento hasta su resurrección para el juicio (Lucas 16:19-26; Apocalipsis 20:13-15).
2.- Rapto de la Iglesia
Enseñamos que Cristo regresará personalmente antes de la tribulación para llevar a Su iglesia de la tierra, en un evento conocido como el rapto. En este momento, los creyentes muertos serán resucitados y los vivos serán transformados, recibiendo cuerpos glorificados (1 Tesalonicenses 4:13-18; 1 Corintios 15:51-53; Juan 14:1-3).
3.- Periodo de Tribulación
Enseñamos que después del rapto, comenzará un periodo de siete años de tribulación, durante el cual Dios derramará juicios sobre la tierra como preparación para la segunda venida de Cristo. Este periodo incluye la profética “setenta semanas” de Daniel y culminará con el regreso glorioso de Cristo (Daniel 9:24-27; Mateo 24:15-31; Apocalipsis 16).
4.- La Segunda Venida y el Reino Milenial
Enseñamos que al final de la tribulación, Cristo regresará con poder y gloria para derrotar a Sus enemigos y establecer Su reino milenial sobre la tierra, reinando desde el trono de David. Este tiempo será caracterizado por justicia, paz y armonía (Mateo 25:31; Apocalipsis 20:1-7; Isaías 11:6-9).
5.- El Juicio de los Perdidos
Enseñamos que al final del milenio, Satanás será liberado temporalmente, engañará a las naciones y será finalmente derrotado. Todos los incrédulos serán resucitados y comparecerán ante el Gran Trono Blanco, siendo juzgados y lanzados al lago de fuego, donde experimentarán un castigo eterno (Apocalipsis 20:7-15; Mateo 25:41).
6.- Eternidad
Enseñamos que después del juicio final, los redimidos entrarán en el estado eterno de gloria con Dios. Dios creará un cielo nuevo y una tierra nueva, donde los creyentes vivirán en comunión con Él para siempre. La ciudad celestial, la Nueva Jerusalén, será el lugar donde habitarán los santos en perfecta adoración y gozo eterno (Apocalipsis 21:1-5; 2 Pedro 3:10; 1 Corintios 15:24-28).
7.- La Esperanza Escatológica en la Vida Diaria
Enseñamos que la esperanza en el retorno de Cristo y la consumación de Su reino debe impactar profundamente la vida de cada creyente. Esta verdad nos motiva a vivir con perseverancia en medio de las pruebas, sabiendo que Dios cumplirá Su propósito en nosotros y en el mundo (1 Corintios 15:58).
Además, nos impulsa a ser diligentes en la evangelización, conscientes de que el tiempo es limitado y de que todos los hombres deben escuchar el evangelio (Mateo 24:14; 2 Pedro3:9). Esta esperanza nos llama también a vivir en santidad y obediencia, reflejando la gloria de Dios mientras esperamos la venida de nuestro Salvador (1 Juan 3:2-3).
Conclusión
Nuestra esperanza escatológica se fundamenta en la fidelidad de Dios y en Su soberanía sobre el futuro. Estas verdades nos exhortan a vivir en obediencia, perseverancia y expectación, esperando el cumplimiento glorioso del propósito eterno de Dios (1 Corintios 15:58; 1 Tesalonicenses 5:9-11; Apocalipsis 22:20). ¡A Él sea la gloria por siempre!
Lo que Implica ser Cristiano
En la Iglesia Evangélica Palabra Fiel, afirmamos que ser cristiano es mucho más que identificarse con una religión o adoptar un sistema de valores. Ser cristiano implica un compromiso total con lo que la Biblia enseña acerca de Dios, la humanidad, el pecado, y la salvación, llevando a una transformación radical de la vida por la obra del Espíritu Santo (2 Corintios 5:17; Gálatas 2:20).
La fe cristiana no se trata solo de conocimiento intelectual, sino de una relación personal con Dios a través de Jesucristo. Ser cristiano implica reconocer a Cristo como Señor y Salvador, someterse a Su autoridad y vivir en obediencia a Su Palabra (Romanos 10:9-10; Juan 14:15). Este compromiso se refleja en una vida marcada por el arrepentimiento, la fe y la obediencia continua, como evidencia de una fe genuina (Lucas 9:23; Santiago 2:17).
A continuación, presentamos las verdades esenciales que implican ser cristiano, basadas en la Palabra de Dios.
1.- Obedecer a Dios
Enseñamos que Dios es el Creador soberano de todas las cosas, quien nos diseñó para amarlo, servirlo y disfrutar de una relación eterna con Él (Génesis 1:26-27; Isaías 43:7). La Biblia enseña que Jesucristo creó todo y tiene autoridad absoluta sobre toda la creación, incluyendo nuestras vidas (Juan 1:3; Colosenses 1:16; Salmo 103:19). Por lo tanto, esto implica que nuestra devoción, obediencia y adoración deben estar dirigidas exclusivamente a Él y reflejarse en cada aspecto de nuestra vida (Mateo 22:37).
2.- Vivir en Santidad
Enseñamos que Dios es absolutamente santo, perfecto y sin pecado (Isaías 6:3; Habacuc 1:13). Su santidad no tolera el mal, y Él nos llama a ser santos como Él es santo: “Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16; Levítico 19:2). Por lo tanto, esto implica que debemos vivir en pureza, consagración y apartados del pecado, reflejando el carácter santo de Dios en nuestra manera de pensar, actuar y hablar (2 Corintios 7:1).
3.- Reconocer Nuestra Naturaleza Pecaminosa
Enseñamos que todos los seres humanos han pecado y están separados de la gloria de Dios (Romanos 3:23; Salmo 51:5). Aunque el hombre puede realizar actos de bondad, es incapaz de agradar a Dios por sí mismo debido a su naturaleza pecaminosa (Isaías 64:6; Romanos 3:10-12). Por lo tanto, esto implica reconocer nuestra completa dependencia de la gracia de Dios para la salvación y admitir humildemente que no podemos salvarnos por nuestras propias obras (Efesios 2:1-3).
4.- Aceptar que el Pecado Demanda un Castigo
Enseñamos que el pecado es una ofensa directa contra la santidad y la justicia de Dios, y, por lo tanto, demanda un castigo justo: “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4; Romanos 6:23). Este castigo no puede ser evitado mediante esfuerzos humanos ni cambios en la conducta, porque solo el sacrificio perfecto de Cristo satisface las demandas de la justicia divina (Hebreos 9:22). Por lo tanto, esto implica que debemos reconocer la gravedad del pecado, arrepentirnos y buscar refugio en la obra redentora de Jesucristo.
5.- Reconocer a Jesús como Señor y Salvador
Enseñamos que Jesucristo es tanto Señor como Salvador. Él es el único mediador entre Dios y los hombres y ofreció Su vida como sacrificio perfecto para pagar el precio del pecado y reconciliarnos con Dios (1 Timoteo 2:5; 1 Pedro 3:18). La Escritura declara: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9). Por lo tanto, esto implica entregar nuestras vidas completamente a Cristo, sometiéndonos a Su Señorío y confiando en Su obra para nuestra salvación (Efesios 1:7; Colosenses 1:16).
6.- Practicar una Fe Salvadora
Enseñamos que la verdadera fe salvadora implica arrepentimiento genuino del pecado, una decisión consciente de apartarse del mal y seguir a Cristo. Este arrepentimiento debe manifestarse en una vida de obediencia y transformación continua (Lucas 13:3; Juan 14:15). La Escritura afirma que la verdadera fe se evidencia en buenas obras y una relación personal con Cristo (Efesios 2:10; Santiago 2:17-18). No es suficiente creer en Dios intelectualmente; debemos amarle y obedecerle plenamente. Por lo tanto, esto implica vivir una vida que refleje nuestra transformación en Cristo, evidenciando nuestra fe en cada aspecto de nuestra conducta diaria (2 Corintios 5:17).
7.- Vivir la Fe en el Mundo Actual
Enseñamos que ser cristiano implica vivir con fidelidad a Dios en medio de los desafíos culturales y contemporáneos. Esto incluye discernir las influencias del mundo a la luz de la Palabra de Dios y mantener un testimonio fiel en el trabajo, la familia, la política, y el uso de la tecnología (Romanos 12:2; Efesios 5:15-16).
Los creyentes deben actuar como sal y luz en la sociedad, transformando su entorno mediante una vida íntegra, defendiendo la verdad y promoviendo la justicia (Mateo 5:13-16). Esto requiere un compromiso constante con la oración, el estudio bíblico y la búsqueda de la sabiduría de Dios para responder a los dilemas éticos y morales de nuestra época.
8.- Conclusión: Una Vida Transformada
Ser cristiano implica más que identificarse con una religión o sistema de valores. Es un compromiso total con el Señorío de Cristo, viviendo en obediencia a Su Palabra y reflejando Su gracia en cada área de nuestra vida (Gálatas 2:20; 2 Corintios 5:15). Este compromiso incluye amar a Dios sobre todas las cosas, apartarnos del pecado, servir a los demás con humildad y proclamar el evangelio con fidelidad (Mateo 28:19-20; Filipenses 1:27). Por lo tanto, ser cristiano implica vivir una vida transformada por la gracia de Dios que glorifique a Cristo y cumpla Su propósito eterno (Mateo 5:16; Romanos 12:1-2). ¡A Él sea toda la gloria!
Palabras Finales
Como Iglesia Evangélica Palabra Fiel, presentamos esta Declaración de Fe no como un mero documento formal ni como un reflejo de perfección, sino como una expresión humilde de nuestra fe y de nuestro compromiso con el Dios vivo y verdadero. Reconocemos que somos seres humanos imperfectos y a menudo fallamos en vivir plenamente estas verdades, pero también afirmamos con gozo que dependemos de la gracia y del poder del Espíritu Santo para perseverar y crecer en obediencia y amor a nuestro Señor Jesucristo (Juan 15:5; Filipenses 1:6; 2 Corintios 12:9).
Esta declaración no es un fin en sí mismo, sino una guía que apunta a Cristo, quien es el centro y fundamento de todo lo que creemos y vivimos. Es nuestra oración que estas verdades, ancladas en la Palabra de Dios, no solo llenen nuestras mentes, sino que transformen nuestros corazones y moldeen nuestras vidas para la gloria de Dios (Romanos 12:1-2). Sabemos que solo por medio de Cristo podemos avanzar hacia la meta de glorificar a Dios en todo lo que hacemos (Filipenses 3:12-14).
Que estas verdades sean para nosotros un faro que ilumine nuestras vidas, un consuelo en tiempos de incertidumbre y una fuente constante de aliento. Mientras aguardamos con esperanza el glorioso día en que estaremos con nuestro Señor, nuestra misión es clara: vivir para Su gloria, edificando Su iglesia y extendiendo Su reino hasta lo último de la tierra (Mateo 28:19-20; Hechos 1:8). Nos comprometemos a caminar juntos como Su pueblo, apoyándonos, animándonos y sirviéndonos unos a otros con amor y humildad (Gálatas 6:9-10; Hebreos 10:24-25).
Aunque somos conscientes de nuestras debilidades, también confiamos en que Dios es fiel y poderoso para completar la obra que ha comenzado en nosotros (1 Tesalonicenses 5:24). Por ello, seguimos esforzándonos, no en nuestras fuerzas, sino en Su poder, para vivir conforme a Su verdad, reflejar Su carácter y proclamar Su evangelio con fidelidad y valentía (Mateo 5:14-16; Filipenses 2:13).
Con un corazón lleno de gratitud, presentamos esta declaración a nuestra congregación y a quienes buscan conocer al Dios verdadero. Que Él, quien nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable (1 Pedro 2:9), nos fortalezca para ser una iglesia fiel, humilde y apasionada por Su gloria. Que estas verdades sean un testimonio constante de nuestro amor por Él y una invitación para que otros conozcan Su gracia transformadora.
A Él, quien es digno de toda alabanza, honor y adoración, sea la gloria por siempre.
¡Amén!
Con amor y gratitud en Cristo,
Pedrezuela, Madrid, España